miércoles, 31 de julio de 2019

Ceremonia

Apenas endulzados los pies de lo que eleva, se dejan embeber por la tibieza de las aguas.Así, lentamente, fermenta la materia que nos atañe.
Ni viscoso ni líquido, no resbala sino que se desliza, el devenir inmezclable de los girasoles que ahora llega. Inmaculadas y generosas pero no excesivas ni mojigatas, se suman las partículas que supieron habitar las alturas casi desoladas en planicies artificiales.
Exhumadas del trigo, suaves como infancias contenidas, se vierten en blancura, las dóciles capas sobresalientes. Después un poco más del preciado don de los manantiales, ni frío ni caliente, como dos labios entreabriéndose en sonrisa.
Y ahora las manos para formar un cuerpo conciso, flexible y delicado, que va a dejarse extender por la plausible circularidad de la madera horizontal explayada sobre la superficie casi toda de una trabajada tabla que sostiene.
Más tarde vendrán los cortes transversales, como caminos casi rectos dispuestos a enrollarse.Parecidos a planetas o bolas de billar algo deformes, serán los productos puestos a esperar su crecimiento. Tres cuartos de hora, los separan del calor y de otro lugar resbaladizo. Casi media hora de cocción y un poco menos del otro lado para que este listo aquello cotidiano que no puede faltarnos.
   - Fuá!, cuanto firulete pa decir que haces pan casero.- dice una risueña voz impaciente desde la alacena.