lunes, 29 de agosto de 2016

Huellas de una flor

Comprar un lápiz.
Comprar hojas medianamente buenas.
Comprar hojas medianamente.

Viajar por el mundo.
Viajar hacia el mundo.
Viajar sin el mundo.

Escribir un poema.
Escribir otro proyecto.
Escribir escribiendo.

Siempre es verano en la agonía.
Siempre dice la otredad.
Siempre fue crudo lo de siempre.

Más fácil es una tumba.
Más fácil es este atajo.
Más fácil volverán las oscuras golondrinas.

Si esto fuera reír sería de noche.
Si esto fuera sin condiciones.
Si esto fuera.

Después vuelan los zapatos.
Después duelen las esquinas.
Después dice justo ahí.

El cielo presiona otro nacimiento
sobre la esfera de un cráneo
y todo lo que se repite
es la mejor mentira de los días.

Iba a escribir algo hermoso.
De verdad.
El sol despunta tímido su fuerza.
Casi por ejemplo.

Al final compraré más hojas
y cantaré en silencio
porque así la luna
sin pausa se desliza.

No hay lugar para morirme hoy.


stencil.

lunes, 1 de agosto de 2016

Progreso

No habrá piedad. Lo supo ahí, sentado en el desparramo del suelo. El sudor desde la frente lo envolvía pero no era desde la frente más que en lo tangible. Venía como desde lejos, como desde siempre, como desde un tiempo inasequible, inaccesible, infranqueable. Por demasiado espeso y acumulado más allá todavía de la pared contra la que se  apoyaba. No era la opresión del miedo o la ansiedad. Era peor por más incierto y a la vez no eterno pero repetido desde antaño, desde mucho tiempo, desde el confín sin medida y apresado. Como algo que al nombrarlo destruye. Una revelación hecha de añicos que lastiman sin tregua ni final.
Después esperó el impacto. El viento se deshizo y el sol cayó de lleno sobre el pecho de la tarde. Fue tan lento el día y tan extenso el ruido de la puerta al quebrarse, que más de un sobresalto lo olvidó en la noche de lo efímero. No supo decir el tiempo transcurrido hasta que pasó.
No hubo piedad. Esquirlas de madera dijeron la contingencia. Abrupto y perentorio vino el espanto desde el pasillo. Un graznido lejano lo aturdio desde la frialdad del vidrio en la ventana. Después todo fue tumulto y ruidos de sombras de pasos agigantados y casi dúctiles como el rebote del sol en el mueble más antiguo de la habitación.
La transformación sobrevino entonces.