El decodificador
Se le cayó una viga sobre la cabeza. Fue gusano y todo roto se arrastró. Tuvo dignidad y la perdió en pánicos breves. Anduvo por calles y calles, ahuyentado de dolor. Confundió personas y palabras y lugares. Más nunca extravió el alma para siempre. Fue contemplativo, caviloso, pensante. Conoció la desesperación y el desamparo. Le dieron compulsiones y convulsionó en lo desolado. Un colapso mental, determinó el fin de toda fuga. El cuerpo fue disolviendose. De espasmo en espasmo y de temblor en temblor, todo vahido se redujo y así fue como se constituyó en un líquido espeso, transparente, casi incoloro. Un charco sin huesos, ni pelos ni uñas. Una gota de metro y medio de ancho y un hilo de babas indescriptibles, ni siquiera espantosas, apenas translúcidas y rodeadas por un vapor de humo con un leve olor a flores disecadas en vinagre. Flujos y reflujos de toda la desidia. Ahogo de los días con ojos que se hunden.
Encontró una botella de vino blanco, intacta, sin abrir, dentro de un vaso enorme, de plástico. Se sintió eufórico. Se pensó con suerte y caminó sonriendo. Hizo dos cuadras y la alegría mudó en asombro. Una mujer lloraba, a los gritos, tirada en la vereda. Vió con horror que tenía un pedazo roto de botella en la mano. Que no podía arreglar su vida, decía llorando. El mirò nervioso y le dijo "bueno, tomá, pero no te lastimes", dándole la botella y mirando apenas la cara, anegada en llanto. Antes de recibir el vino, preguntó por su nombre y le dijo que era igual que el del padre de sus hijos. El aludido fingió no conmoverse y sin mentir, dijo que tenía que seguir trabajando. Después caminó hasta el kiosko, compró cigarrillos y les dijo a otros indigentes que había una mujer llorando, que si la conocían, que tenía un vidrio en la mano. Respondieron que sí, que ayudarla era en vano y que hiciera la denuncia. El dijo que eso no. Se sintió excedido por la situación y caminó hasta su departamento alquilado.
Es de noche y hace frío las veinticuatro horas del día. Después de limpiar a fondo la pequeña casa, las lágrimas brotaron como una cascada en movimiento. Todo esto es una injusticia, se repetía. Después, mucho después, se fue mitigando. El tiempo es fiscal, abogado, juez y condenado. Sólo el alma lo trasciende. No vive en la base Marambio. No está en la región más austral del mundo. La fortaleza no piensa en el alma. Todos los colores en las frágiles alas de una mariposa, hablan de amor. La fugacidad es aparente porque lo sutil es indestructible. En la vida siempre es tarde y sólo el temple vence el hielo de lo dado. La violencia es errática, supletoria, ineficaz. Estar detrás por detrás de la última posición. No habrá clemencia. No habrá perdón. La consideración nunca abarca la justicia. Parecen abstracciones pero no lo son. Es la precisión que nota las ausencias. Las que sostienen el equilibrio universal. Sostén y soporte victimado en su mayoría por indiferencia. Veneno deglutido, digerido, transmutado y transformado. Piedra sobre piedra. Mano sobre mano. Piel de toda la piel. Acaso reciclaje que encontró la luz. Por llamarlo de algún modo. Es otra la palabra, otra la denominación, otro el trance sin el verbo que lo nombra. El perfil de una mujer, intocada en la mueca que emite su después. No habrá fiesta total para los esclavos. El cielo volverá a llover, la rabia frágil de una nube. Un tren pasa en la náusea y el viento dice un chiste que en principio ríe callado.

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