Desesperación maquinal
Escribir y pintar como una respiración. Dedicarse a fondo aunque la precariedad te estruje el corazón y se te caiga a pedazos la vida. Hasta confundir la realidad con lo fantaseado. Hasta que se corporicen los personajes de cualquier libro y hasta que cualquier libro no sea más que otro objeto absurdo y ajeno como todo objeto. Y que sean sujeto los cuentos y los cuadros y los poemas y bocetos y las novelas y los dibujos. Arrancarle inspiración a las horas rutinarias. Devolver una luz limpia a las oscuras oquedades del mundo. Trabajar a destajo y sin esperar nada a cambio. A pesar del dolor en los ojos acuosos y enrojecidos de sueño atrasado y ojeras sin cuento. Jugar y comprometerse con el juego. A despecho de la soledad y el silencio y las trasnochadas sin sentido. A caballo de las porquerías y de las frustraciones. Más allá de las buenas maneras y de la auto compasión. Sin piedad ni caricias ni pájaros ateridos de frío más que en el producto y resultado del esfuerzo. Incluso sin esfuerzo ni obligación ni exigencia ni pose. Así, como respirar.
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