domingo, 13 de noviembre de 2022

Ensueños

                             "... sólo los ángeles tienen el privilegio de ser testigos..."

                    Gris Marsala, en "La piel del tambor", Arturo Perez Reverte     


   El día que Esteban Yorines murió, el mundo se detuvo.

   Sucedió durante una fría noche de invierno. Ella bailó como nunca junto a una escoba. El sólo miró y miró porque nada más era posible. O así lo creyó. Y entonces luego, tanto se maldijo, que los años se fueron así. sin sentido ni presente. Tanta belleza y tanto amor y apenas un anhelo o un intento o una fracción de segundo. Y todo lo que es ajeno no es ajeno porque vive fraternal en nuestro dolor. De una frase mal escrita dirán las superficies y este mundo sin mundo donde todo el futuro llegando estará por siempre. Claro que tampoco importa escribir ni decir ni sobresaltar. Así tan simple y tan profundo como quizás imposible. Yo sé tus ojos y tus intentos primeros y aquel entusiasmo que yo perdí en los días prevaricados de tanta sombra. No interesan ya, las comparaciones ni los parámetros. Sino apenas lo nuestro, que parece tan poco y aunque lo es, ¿quién podría decir que es poco y que no sirve? Aquí. Acá. Ahora. Y este sueño que no sueña. ¿Qué es el alma sino esta forma de decir, callando? Haceme saber que estás bien y que eso es todo lo que vale.

   Tono de carta sin remitente. La sobriedad viviendo lo real como un sueño.


   Es una de esas noches donde el caparazón no para de doler. No hay a quien acudir ni como frenar la mente. Ese instante en que quisiera vivir sin darme cuenta de nada. Siempre hace frío ahí donde la cabeza está al borde de estallar y dormir es un don del cielo o algo por el estilo. Pero también el dormir rotundo, sin sueños, neto y oscuro. ¿Existe esa forma de dormir? Es la más cercana a la muerte, la que más se aproxima a un mundo totalmente detenido. Las rendijas, los resquicios, los vislumbres están siempre. ¿Hay otro modo de captar la fraternidad? ¿Puede tu alma ser asidua en lo fraterno? ¿Qué fortaleza es precisa para transitar y permanecer en esa profundidad sin rastro alguno de ruindad, de vicio o de defecto? Hubo varias noches y también de primavera y de verano. El más feliz de los amores incondicionales. Ese que no pesa, no derrumba, no mata ni muere.


   La mente frena cuando los pensamientos no duelen en exceso. Esteban Yorines pudo soñar un sueño nada insulso. En la plenitud de lo inconsciente los cuerpos desdeñan todo daño. La perfección no es residual y nuestros reciclajes, a veces quieren desenterrar de cuajo toda la crueldad. Pero existe una intensidad que es manipulación, engaño y violencia. Para que ese camino tenebroso no se manifieste, hay que elaborar, a fondo, el propio interior. Si lo inaccesible duele en su desesperada inaprehención, que no lastime hasta lacerar las heridas de todos. Nos queda este camino de tierra imaginado, esta casita de barro sin horneros, este jardín en el aire de lo que no fue. Y un fragmento de canción del fragmento de mi nombre. Y un "quizás porque..." que me hace reír.

   Cuando el alma de Esteban Yorines ya no pudo más con el peso de la tristeza, el mundo se acabó y, dijérase increíblemente, fue volviéndose otro mundo. Bajo el peor estado anímico es cuando no podés ni reposar y el cansancio abruma hasta el último rincón del cuerpo y el espíritu. Una penumbra incesante que no se calma con nada. La forma más destructiva de la espera. Donde no queda ni un poco de fuerza para sobrevivir. Esa oscuridad que te estruja el alma, transida de ansiedad. El sudor que brota porque sí y los temblores sin luz de todos los caminos anulados. Cuando salir a comprar para comer es casi un acto heroico y levantarse para encender una mínima luz, requiere de un esfuerzo inaudito. La densidad más desquiciada, presionando en la más completa de las incertidumbres. Comerse a porfía todos los mocos y la náusea que sube hasta las pupilas acuosas y el dolor que remite y repercute por toda la espina dorsal. El más fétido aliento haciéndote doler hasta el último pelo. La desesperanzada, infinita, lenta nicotina pegoteándose en el principio de cada día. Y aún así, la hermosa sensación de la música volviéndose real, corpórea, contundente, cubriéndolo todo y dándole una emoción tranquila a cada matiz de las cosas. Pero diez años no es un día y ¿cómo volver del automatismo más feroz? ¿cómo salir de la delirante soledad? Así, con este brotecito.     



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