El corazón del mundo
La hormiga atómica cultivó una planta que creció hasta ser árbol frondoso. Quedó exhausta, sudada y temblorosa. Un elefante se acercó, compasivo, y le ofreció un vaso de agua.
-Por qué cargas con un peso que resulta excesivo para tus fuerzas?- le preguntó el elefante, mirándola desde su altura.
-Por qué me ofreces la misma solución a tu pregunta?- le contestó ella, preguntando.
Hasta la rama superior llegó entonces un águila, engalanada, altiva e inalcanzable.
- Si quieres poder bàjame de aquí- le gritó a la hormiga atómica- Sólo eres una ridícula criatura- remató iracunda.
- Mi memoria es como el átomo- intervino el elefante. - Sólo es cuestión de saber usarla.
-Te equivocas- retrucó el águila y emitió una mirada feroz sobre su contrincante. Hasta ella se acercó el poderoso dedo del sol y la cegó sin vuelta atrás.
-Cuando te pisè los pies fue para que aprendieras a bailar- le dijo entonces el elefante a la hormiga.
-Yo no soy tu soldado- le contestó ella y el verano se transformó en otoño.
-Ustedes no ven nada- gritó ahora el águila y llegó el invierno.
El árbol ahora era quien temblaba. Por los leñadores, por el frío y por las terribles luchas de poder. Pero el sol acudió en su ayuda y poco a poco llegó la primavera.
- Ahora sí podemos usar el átomo como es debido- dijo el elefante.
- No confío en tu toxicidad- dijo la hormiga.
-Yo veo mejor hacia donde dirigirlo- dijo el águila.
El árbol entristeció, de manera tal, que regresó a su estado de planta pequeña.
- Miren lo que han hecho- dijo la hormiga y se sentó a llorar bajo el sol. Lo voy a regar hasta que vuelva a crecer sano y robusto.
-Le pesará la magnitud de tus lágrimas saladas- dijo el elefante.
-Desde aquí veo las raíces marchitas- dijo el águila.
El sol extendió las manos y su enorme paciencia quiso que la planta volviera a ser árbol. Una niebla demasiado espesa les impidió ver quien de los tres trasladó la planta. El sol cayó volviéndose un desierto. La tierra giró hacia una luna brillante y el águila dijo:
- El amor es ciego- y voló hasta la fuga de las estrellas.
-El átomo ahora es arena- dijo la hormiga y caminó hasta el río que quedaba, abrazada en los pies del elefante.
- Un buen puchero me voy a hacer con esta planta- dijo el elefante y aterrada y seca y envejecida, la planta se marchitó. El elefante la vió y gritó:
- Amo pensar- y la planta poco a poco recobró vitalidad.
Sola en la orilla de un charco exhausto, la hormiga se sentó. Una hoja se acercó y la miró confiada.
- El amor es equilibrio, medida y construcción- pensó la hormiga.
Los filamentos de la hoja se fueron hasta el centro del charco y descendieron hasta el fondo del desierto. La tierra se agitó y desde la fuente de las estrellas, el sol recobró su altura. El árbol volvió a crecer y dió frutos en abundancia.
- El amor es la tierra en los ojos heridos de una hormiga- pensó el elefante y bebió un vaso de agua tan profundo que le crecieron las orejas y sintió que volaba como un águila. En la imaginaria rama de su árbol, habitó el lugar común de su paciencia y en fila india anduvieron su bondad, su descanso cierto y la paz indefinida de su ímpetu más compasivo.
Ahora las estrellas titilaron más cálidas y el águila abatida durmió sobre la ternura de un caballo. Al despertar, amaneció la calma brillante de su soledad por fin lejana.
- El amor es regresar a los ojos abiertos de un caballlo- pensó el águila.
En el inaccesible y tremendo y paradisíaco fondo del mar, el corazón del mundo, latió hasta salir a la superficie. La hormiga, el elefante y el águila no lo vieron porque ahora el poder del sol abrazó el frío de la luna y todas las estrellas germinaron hasta los frutos de aquel árbol. Algunos leñadores, furtivamente, se acercaron. Eran tres, desde luego. Todo lo que hicieron a continuación es apenas el frágil comienzo de otra hermosa, tremebunda y larga historia.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio