Preludio
Puedo dibujarte hasta el fin
de mis días
y sin embargo, nunca podré
igualar tu cara.
Quisiera que esto
no fuera un poema
y para eso
es que vuelvo a escribirlo.
Ya no me duele
ni me desespera
todo lo inaccesible,
porque en esa forma última
vive la plenitud.
Resguardada del mundo,
sin tropiezos ni fisuras.
Donde otro mundo
vuelve a mí.
Ya no hay nada de sombra
entre las sombras.
Todo el aire se hace humo
y ascienden las instancias
como un quedarse
de pájaros sin cielo.
El profundo vacío
sin nosotros,
adscribe cada paso de los días.
Así es la posesión
desentendida de tenerte.
Hay un sonido de aves
casi imperceptible
y un apuro demorado
más allá de los destinos.
Un día ví
que caminaba el sol,
indeciso como un misterio.
Desde entonces toda espera
ya no vive en densidad
y la poesía por dentro del poema
existe sin articulación alguna.
Urgente y ahora
lo cotidiano subleva
una congoja.
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